La democracia cumplió 25 años. Hace más de 55 que ella, con sus métodos, no puede redactar una Ley de Radiodifusión.
De todas maneras hay ley: cuando la legalidad no la establece el Estado, el mercado la impone de hecho. En 1953 el Parlamento nacional votó la única ley de comunicación democrática y lo hizo en el marco del último gran proyecto nacional. En ese momento, Nación y Estado se encontraron y los argentinos vivieron sus años más felices. Fue el momento donde la redistribución de la riqueza alcanzó su espacio más amplio.
Desde ese tiempo, las fuerzas del mercado vivieron esmerilando al Estado-Nación. En los noventa lograron confiscar los recursos económicos y culturales soberanos. Pasaron de los golpes militares a los hiperinflacionarios, creando la sensación de inseguridad mejor cubierta (tapada) por la prensa. Para llamar la atención y quebrar ese cerrojo informativo, un grupo de madres se puso pañuelos blancos en la cabeza y dio vueltas a la Pirámide de Mayo. En los años ochenta florecieron las radios FM; populares y alternativas para unos, truchas para otros. La tecnología permitió que los pueblos accedieran a la televisión por cable y que los argentinos, al tiempo de conectarse con el mundo, lo hicieran también con los sucesos de su barrio. Tras la privatización de la vida, pueblos enteros salieron a las rutas inaugurando el piquete popular. Cutral-Có, Tartagal, La Matanza todavía están frescos en algunas retinas memoriosas. Hechos comunicacionales contradictorios. Concentración económica, privatización del espacio público y fragmentación social. Construcción mercantilista de la realidad, por un lado, y baja de volumen en la palabra popular, política, sindical y social, por el otro. A fines del año 2003 un grupo importante se unió por la idea de promover una ley de radiodifusión de la democracia: eran los que para hacerse ver y oír tuvieron que crear formas imaginativas de comunicación: pañuelos, piquetes, marchas, caminatas, pintadas, paros. A 21 años de democracia: 21 puntos por la democratización de los medios. Todos los organismos de derechos humanos, la CGT y la CTA, las universidades, los cineastas, los movimientos sociales, los credos, las radios comunitarias, las pequeñas pyme de la comunicación firmaron esos principios. El 15 de abril de 2008 la presidenta Cristina Fernández convocó a todos los actores de la comunicación, incluidos los dueños de los medios concentrados, a discutir una nueva ley. De la mano de sus integrantes, que incluyen tanto funcionarios del gobierno (nacional, provincial, municipal) como miembros de la oposición, los “21 Puntos” recorrieron el país. El debate sobre la ley alcanzó así su punto máximo de difusión, sumando en el camino a muchas más fuerzas sociales y políticas. La Conferencia Episcopal adhirió al programa comunicacional junto a los integrantes de Carta Abierta. Las Legislaturas de Chaco, Río Negro, Buenos Aires y Santa Fe y la Cámara de Diputados de la Nación votaron a favor de los “21 Puntos”. Ningún otro tema del debate nacional tiene tanto consenso ni apoyo como los que se suman por una comunicación democrática. Ninguno logró abrir tantos foros en todo el país. Pero algo pasa. El poder real de la prensa –con su silencio público– ha logrado instalar la sospecha y la desconfianza. Buscan que aquellos que trabajaron por el nuevo proyecto desfallezcan, se peleen entre sí, se atomicen y debiliten para que ellos puedan seguir operando en las sombras y así obtener –en breve– los beneficios económicos que la introducción del sistema digital les pueda proporcionar. Inteligentemente, la “Coalición por una comunicación democrática” se autoconvocó en el Congreso de la Nación para discutir en asamblea los pasos a seguir a fin de lograr una nueva ley de Radiodifusión. Será el viernes 7 de noviembre desde las diez de la mañana. La madre de todas las batallas se juega todos los días. La batalla de ideas se expresa en los medios de una manera distorsionada. Retenciones móviles, reestatización de Aerolíneas y Austral, nuevo régimen jubilatorio, grandes temas que los argentinos debaten en el Congreso Nacional son reducidos diariamente a hechos de corrupción o acumulación de caja. Se defienden. No quieren que el Estado y la Nación vuelvan a encontrarse, quieren que la riqueza económica y cultural de los argentinos siga en manos privadas. Apelando a la creatividad, la Coalición puede encontrar las formas de eludir esta encerrona. Por Néstor Piccone
Publicado en Página12|5-11-08